A veces cuando el corazón intenta ahuyentar a ciertos dolores porque no es capaz de soportalos, se calma y se los lleva directamente al interior de una zona en la que entran en trance y se escapan, pero nunca fuera del mismo cuerpo, sino que a la zona dónde mejor se procesarán. A la mente.
La mente hace de ellos un embolic, hasta que los traduce, y los convierte en dolores, que no duelen, si no que solo consiguen inquietar diferentes zonas del cerebro.
En eso se traduce la vida. La dura y fácil a la vez. Vida áspera. Vida que no lo olvida.
Y qué se puede esperar de algo que no te deja dormir cuando los párpados no pueden más.
Llueve siempre sobre el beso más dulce que el alma no es capaz de filtrar.
Qué es aquello dulce que el alma quiere descifrar? Los susurros que por mucho que te empeñes, ni el viento es capaz de llevarse. Esos susurros que hacen de ti, y de tus piedras un camino poco fácil de aceptar, pero que así son. Que ni el sendero más hostil se llevará consigo.. Ni la lluvia más remota, ni mucho menos, las palabras más crueles.
Decidimos que el tiempo y olvido se encarguen de aquello que no podemos superar, y no. No ocurre así. Esto se mantiene oculto, hasta que en la penumbra más oscura se cierne un atisbo de luz, que queremos pensar y sentir que ya no ilumina. Pero no, el camino, marcado o no, no es así. Es distinto. Escapa a nuestro entender. Y simplemente llega como salida a aquello de lo que intentamos huir, y que cuando seguimos esa luz que creemos que todo iluminará, no es más que una cortina que nos lleva a un recuerdo que ilumina. Que nos devuelve a la vida.
La vida no tiene sentido cuando perdemos el instante en el que más sentimos.
Queremos deshacernos de aquello que nos impide pasar, seguir adelante, pero es que a veces, no se debe seguir adelante, se debería haber seguido escribiendo aquella historia que al son de un piano que no desafinaba nunca, tocaba las teclas seguidas de las notas más perfectas que jamás lograríamos alcanzar si usamos el raciocinio para intentar explicar el lenguaje de las lenguas entrelazándose.
No todo es tan feo, sólo es de esa manera tan horrible cuando huimos de lo que nos persigue, y nos perseguirá hasta que no hablemos el lenguaje que el alma comprende.
Y no es otro más que ese lenguaje que nos da latido, aquel lenguaje que entendimos en su día en una situación u otra, aquel lenguaje que decía " ven, ven conmigo, no huyas de mi. porque huir no es la salida, es la perdición"
El tiempo me ha vuelto a llevar a ti aún intentando no querer volver a saber de aquel dolor. Que la única verdad que existe nos perfora. Se puede vivir de algo que ni se ve, ni se toca. Se puede vivir del amor. Siempre seré aquello que no soñaste y que por esa misma razón sabes, y muy bien, que soy, que estoy, que siento, que vivo, que respiro y que amo; porque no te soñé, y te quiero más que a mis sueños.
Porque siempre seré aquello en lo que después de conocerme, sabías, y querías creer que no sería para ti, y que por eso, sabes que soy.
Soy por ti, respiras en mí, vivo en ti, no nos soñamos, pero, sin embargo, huimos del destino que no nos gusta solo porque el dolor que no entendemos del amor, nos hace huir del camino específico de la luz.
Deshazte de mi, porque es más fácil. Nunca volveré.
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