Sus ojos eran como dos luces en su cara, como si el camino de la verdad estuviera en sus pupilas. Eran color caramelo, y si te fijabas mucho tenían detalles aún más claros. Su nariz, iba simplemente, acorde al resto de sus facciones faciales.
Los labios; blandos, mullidos, suaves, cálidos y simplemente increíbles. Por ahí decidí entrar.
Te cogía de la mano, y te dejabas llevar.
Mientras más le querías, más miedo te daba todo, más doloroso sería perderle.
Y ese miedo se habría apoderado de cualquiera.
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