Patrimos con el alma en popa. O eso quería creer. Dispuestos a todo. Contra todo. Cada uno por su parte. Que vengan los recuerdos que con mi hacha derribaré más de un cimiento, arrancaré más de una raíz, machacaré más de siete pares de alas. Pero sobre todo con el filo no me dejaré girar la cara.
Partí creyendo que barrería el viento las agujas caídas de los relojes que para dejar de avanzar, se suicidaron. Pero no fue así. Los relojes seguían latiendo. Sólo uno de los más fuertes quedó atado a una estrella fugaz. Sólo uno pervivió congelado en una fogosa sonrisa. Lo recordamos con tristeza, era un gran reloj, fue un gran aliado, y nos hace rabiar que no pudiéramos evitar que se quedara creciendo en esos momentos. Y lo que más rabia me provoca a mí, es no poder arrancarlo porque lo conozco.. Y jamás mataría algo así.
Partí con el cielo preparado para brillar. Pero que algo esté empezando no quiere decir que su camino vaya a ser recto y fácil. A veces hay cosas que simplemente nunca se dejan de preparar.
Partí compuesta.
Más tarde volví desenfilada. Volví con arañazos en la espalda. Volví en el mismo barco de papel que un día me vió partir. Volví con la misma mirada. La misma forma de andar.
Volví con los engranajes cojeando.
Pero ya estoy lista, como tantas otras veces, para partir de nuevo. Para afrontar como vuelvo perdida. Como cuando volví hecha un asco de echar de menos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario