Perdí tanto el tiempo que no sabría decir en que rama se me enganchó el vestido, ni cuánto tiempo fue el que estuve colgando de el. Pero sí sé que me balanceaba cual hoja bailando al compás del viento.
Me gustaba dormirme a la vera de ese árbol, y pensar en cómo algo tan enorme pudo salir d una judía mágica. Si os preguntáis si pasé de las nubes al cielo,sí, pasé. Y caí muchas veces, nunca al suelo, siempre me quedé colgando de alguna rama.
El día que un águila me enganchó del vestido en esa rama que me soportaba, me llevó muy muy lejos. Me dejó en su lomo. Una semanas más tarde a estar encima de ella algo me entró en el ojo, ésta águila no soportó ver como caían lágrimas. Aunque le expliqué una y otra vez que eran del viento, que yo era feliz ahí... y como si supiera lo que de verdad quería, me dejó caer.
Caí encima de una ballena azul. Una enorme y tremenda ballena azul. No duré ahí ni 5 segundos, al poco d caer, al agua que expulsó, me impulsó tanto que me llevó hasta un pozo. No quería caer, y me agarré con fuerza a las poleas. No había cubo, solo quedaba una cadena rota. La estructura de metal de acero oxidado no tardó en ceder, pero antes de eso yo resbalé.
Fue una caída enorme, como la de Alicia en el País de las Maravillas. Cerré los ojos con fuerzas deseando estar, deseando ser, deseando que Campanilla me rescatara.
Sentí un golpe en la espalda que casi me parte en dos. Abrí los ojos, y estaba ascendiendo... Qué ocurría?
Alas. Las alas estaban volando. Por aquel entonces las creía atrofiadas.
Subí y subí, y en un momento de descuido me volví a enganchar en la misma rama, del mismo árbol. Mis alas tiraban hacía una lado, mi ropa enganchada mientras se desgarraba tiraba hacia otro. En un instante me volví del tamaño d una hormiga y resbalé de mi ropa, y caí otra vez.
Caí sobre un libro que sostenía una niño en sus manos enormes, aunque, las mías eran más grandes antes de ser enana.
El niño cerró el libro de un golpe, y lo dejó caer sobre unas piedras. Y escuché como corría lejos de él. Por Ra pensé, como si me lo fuera a comer con este mísero tamaño que tengo.
Al instante recuerdo que me pregunté cómo era posible que siguiera viva con tal golpetazo con el que me había aplastado. Y se ve que fue porque me quedé en el hueco que quedaba en medio de una página doblada.
El libro lloró, o eso pensé, y como si se tratara de un río la corriente me llevó. Me llevó a donde me encuentro ahora.
Lavando los cristales, mientras silbo, del último piso de tus pensamientos, borrando la huella de las letras escritas sobre el baho. Debajo de la almohada, ahogada por el peso de dos cabezas.
Viviendo bien en tu antigua casa de muñecas.
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