- Quiero verte la cara. - Dijo con suaves palabras. La dama se giró y apoyó su cara en el la zona donde el corazón del marinero se resguarda, y enredó su pierna izquierda en las de él.
- Que diferente eres - Dijo ella, risueña.
- Por qué lo dices?
- Normalmente cuando doy la espalda, siempre me dicen " ya estás dándome la espalda", pero tu, sin embargo, dices, que quiere verme.. - Él acerco sus labios a la frente de la dama, y le dio un beso con todos los sentimientos que podía cargar en los labios.
El silencio reinó en esa habitación durante un largo periodo de tiempo. Sólo se apreciaban caricias. Al rato, el marinero de ojos verdes, amarillos, grises y marrones... se durmió con una sonrisa. La dama siguió recostada sobre el torso del caballero y siguió acariciando el pecho. Su cuerpo era muy bonito, nunca había encontrado un cuerpo que le gustara tanto.
En un momento su vista se dirigió a la ventana que tenía en frente, la luz entraba a través de la cortina.. Sabía que lo que estaba haciendo es lo que quería en ese momento... pero mañana? Seguiría queriendo lo mismo? Sabe que ese marinero le estaba regalando el tesoro más bonito que pudiera haber, pero ella sería capaz de regalárselo a el?
En verdad, ¿Dónde estaba su tesoro?, y como cae la lluvia en los árboles, y sobre todo. Todo en su interior se mojó. La pregunta no era esa, era más bien. ¿Quién lo tenía?
Se puso hacer cuenta de su vida, a pensar... y se dio cuenta, de que lo único que quería, que sabe que dentro de lo poco que conoce la felicidad la haría feliz, no podía conseguirlo, y es más, tan si quiera iba a intentarlo. Tenía que seguir intentando olvidar, y una lágrima resbalo por su cara, cayendo sobre el pecho del marinero. Se maldijo por estar pensando en aquel patán, y por que sabía que éste hombre que la cuidaba no se lo merecía.
Se apartó del lado del marinero, y se levantó de la cama. Cogió una bata que había al lado de la cama, y se la puso. De seguido cogió su ropa , y se vistió con sigilo. Cogió una pequeña flor que llevaba en un bolsillo de las capas del vestido, y la dejo en la almohada al lado del marinero que dormía. Y se marchó empapada en lágrimas.
Lo que ella no sabía, es que el marinero, había sentido sus lágrimas en su pecho, la había visto vestirse, la había visto irse.
Lo que ella no sabía, es que el marinero, había sentido sus lágrimas en su pecho, la había visto vestirse, la había visto irse.
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