Se clavaron sus colmillos, aniquiló su sangre, su especie, su mierda. Se pudrió en semillas de opio. Se mutiló el corazón en panales de abejas. Caminó descalza por el desierto marcando sus huellas con el viento, no con el peso. Anuló sus sentimientos en una jaula de hierro. El corazón se rompió, se hizo trizas, en sus habladurías no habían más palabras que ocultar. El verde pasó de ser su color favorito, a repugnarlo. Cambió su fecha, su fin, su destino, su camino, su delirio. Cambió todo. Incluso, cambió el libro oxidado y repudiado, por uno de madera, que las termitas comieron. Final feliz para una historia de recuerdos imposibles de olvidar porque ya cayeron en el olvido. Final feliz para dejar paso al frío. Insesibilidad corroe cada poro de la piel. No quedan mas astillas, no quedan espinas. Quedan pinceladas rotas en los amaneceres más sombríos, quedan iris muertos en nubes negras. Se rompió la escalera que subía, se rompió la diana que hiciste de mí. Naranja, azul. Negro y rojo. El barniz de mi suelo fue la sangre.
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